Hoy me tocó nadar 4 hrs. seguidas. ¡Lo hice bien! Por ahí de las 2:30 horas llegó un momento de desesperación, «la pared» supongo, pero la libré y para la 3er hora y en adelante seguí con fuerzas renovadas.
Por error puse mal el despertador y no sonó. Casi a las 7 desperté -ya muy tarde para llegar a la cita de las 8-, así que nos preparamos muy rápido y salimos poco después. Son cerca de 2 horas de camino a Las Estacas, por lo que llegamos casi a las 9. Había una carrera de natación, un grupo de Sport City y los visitantes normales por lo tanto la cita era en la escalera del final -hasta donde permite nadar- (no podríamos hacer nuestro «camp» en la fosa como es habitual). Llegamos al punto de reunión en la orilla del río justamente cuando el grupo de Sport City estaba comenzando a llegar después de una plática de nado en aguas abiertas que dio Nora. Sin perder mucho tiempo, me metí a nadar entre los participantes de la carrera y antes que los de Sport City entraran al agua. No hubo mucho tiempo para prepararme, casi llegue y me metí. Iba apresurado porque llegué casi una hora tarde.
«Me toca nadar 4 horas», pensé.
Saque cuentas rápidamente y vi que estaría terminando hasta la una de la tarde. ¡4 horas! Me parecían y me siguen pareciendo mucho tiempo.
Los primeros minutos son de acoplamiento: a la corriente, a la temperatura, al ritmo. Esos primeros 10 a 15 minutos son para ubicarse, para sentir el agua; es tan diferente a la alberca. Aquí se mueve -está viva-. Es increíble ver las plantas del río en su vaivén incansable a la corriente. Un movimiento suave, fluido, lento y constante; prácticamente como debo nadar: dejarme ir en el agua y fluir con ella.
El día soleado, caluroso se veía que sería muy agradable. No había nubes en el cielo, el sol brillaba fuerte y había poco viento.
Así comencé a nadar. Iba solo así que busqué mi ritmo, pausado y fluido; un paso que pudiera resistir por muchas horas pero que a la vez me permitiera avanzar de forma contundente. Casi me tomó toda la primera vuelta, hasta el borbollón, encontrar el ritmo.
Llegué muy bien, con fuerza y en buen tiempo: 20 minutos. Estuve ahí uno o quizás dos minutos y comencé el regreso. La diferencia en tiempo de nadar con la corriente es muy grande; en 13 minutos ya estaba de vuelta.
Sentí la corriente más fuerte que la vez pasada que nadé aquí. Me imagino que al ser el nacimiento de un río, la corriente si debe variar según las lluvias, por lo que creo que la sensación de que la corriente es mas fuerte puede ser verdad.
Me tomó esa primera vuelta sentirme agusto. La segunda y tercera las hice con esfuerzo pero sintiéndome ligero y fuerte. Cuando voy a nadar tanto tiempo, me parece mejor no irme felicitando por lo avanzado. Prefiero ser muy consciente de que lo que llevo es poco, porque falta mucho mas.
Para el final de la tercer vuelta llevaba nadando aproximadamente 1:30 hrs. Ya para entonces la mezcla de concentración, pensamientos y atención se revuelven mucho. Los pensamientos son repetitivos y casi parece que duran una eternidad. Cuando estoy en el ambiente terrestre «normal» no hay tiempo para darle tantas vueltas a cada pensamiento. Aquí las ideas fluyen con el agua, van y vienen, se revuelven, se olvidan… regresan… ¡tienen vida! El cuerpo está en trance; en una monotonía cíclica, casi mecánica, de brazada tras brazada, respiración tras respiración, patada tras patada; por lo tanto, la mente se libera. Mientras mi cuerpo avanza lentamente a unos 3 kms/hr. la mente avanza rápido, sube el río, regresa; se va al Canal de la Mancha, lo imagina, convierte a este río en El Canal y me lleva a cruzarlo, a llegar del otro lado y a sentir la alegría de lograrlo. Así pasa un rato -largo o corto- no lo sé, porque no hay prisa para nada. No voy a llegar antes ni después porque voy a estar aquí por 4 horas. Asi que me da tiempo de regresar del Canal, pasar por la oficina y revisar los pendientes. Mi mente los ordena, los resuelve y los olvida, regresa al río, revisa el estilo, la forma, la técnica, hace correcciones, busca nadar de la forma más eficiente y de pronto se va de nuevo. Quizás ahora recuerda una película y la analiza, quizás no es muy interesante y la abandona. Quizás entonces se va a los recuerdos del pasado, a la primaria o a secundaria. ¿Cómo era? ¿Me gustaba o no? Tengo tiempo, no hay prisa. Puedo recordar todo lo que quiera y buscar buenos recuerdos y malos recuerdos. Ninguno me afecta, ninguno me duele, todos me alegran porque estoy en la terapia que se llama nadar.
De pronto algo pasa:
«¡Ya me cansé! Pero, ¿como? Si estaba muy bien, ¿que me pasa?»
Asi de pronto sucede. Se detienen el disco y la música, la mente ágil, los pensamientos que van y vienen; así de pronto, me veo en un río, en agua fría y solo, nadando.
«Estoy cansado y llevo…» veo mi reloj… «dos horas y media. ¡Falta una hora y media más!»
De pronto siento un silencio sepulcral, me da miedo. Toda la película de pensamientos alegres, sensaciones maravillosas y fluidas se detiene. Mi mente solo tiene un pensamiento que le transmite mi cuerpo: «ya me cansé«.
No me puedo quedar ahí. Ese pensamiento puede sabotear todo y hacerme una mala jugada. Tengo que salir de ahí. Así que analizo que hacer: necesito energía, me falta fuerza. Pero ¡no puede ser! Si ya nadé en Acapulco 3:30 hrs. esto no puede estar pasando. ¿Que es? Y de pronto lo sé: «no planee la comida como esa vez, la deje muy a la ligera y no tengo un plan».
Estoy seguro que la baja que sentí se debe al abastecimiento. Mi plan fue nadar una hora y sin tomar nada (había comido un plátano y un sándwich 2 horas antes) y después unos 350 – 450mL de agua con un GU disuelto cada 30 min. Fue un intento de hacerme una versión similar a la que la nutriologa me dió para el Reto Acapulco pero creo que no me salió bien. A las dos horas comencé a sentir que me faltaba energía y para las 2:15 ya no estaba tranquilo. Cuando llegué al abastecimiento a las 2:30 quería algo mas consistente.
Afortunadamente había comprado una barra de chocolate de proteínas y además tenía un GU en gel (sin disolver). Así que tomé el GU y le di una buena mordida a la barra. Estoy seguro que me ayudó porque fui recobrando energía y para la tercer hora ya me sentía con buenos ánimos. La última hora la volví a disfrutar llendo y viniendo de muchos lugares. Volví al Canal, a la escuela, a la oficina, al río y a Acapulco… Hablé con mis seres queridos y cada quien me acompañó por un rato dándome ánimos. Volví a disfrutar nadar. Tanto, que cuando acabé, estuve contento de haberlo logrado y a la vez triste de que se acabara.
Ahora estoy seguro que el GU disuelto no funciona.
Lección que aprendí: no tengo la experiencia suficiente para planear mi abastecimiento y que me brinde los carbohidratos, proteínas y energía necesarios. Para un siguiente nado largo (en mas o menos un mes me tocan ¡6 horas!) debo visitar a la nutriologa antes. También debo probar otras opciones de comida. Como platicaba con Nora y Rodrigo cuando recién terminé: probar con frutas, arándanos, pasas, papas, etc. para ver cual me cae mejor.
Gracias Rodrigo por acompañarme y apoyarme. Nora por coachearme. Un gusto ver a Noemi en las mismas que yo, jaja. y ver a otros compañeros también.
Nadar cuatro horas seguidas es una experiencia en si mismo. Producto de un bien esfuerzo diario para entrenar, una concertación y disposición mental importantes y, sobre todo, un placer y gusto por nadar que, quien lo sienta como yo, estoy seguro que me entiende muy bien.