A las 7 de la mañana escuchamos el silbatazo de salida de la XXIV edición del Reto Acapulco Aguas Abiertas «La Prueba Reina». Los participantes del reto II de 11k estábamos en la playa de Puerto Marquez: nerviosos, desmañanados, embadurnandonos de crema anti rozaduras y ¡muy emocionados!
Entre los participantes conozco a algunas personas: Nora Toledano, mi entrenadora, famosa en el medio; Salvador, compañero de clase en Sport City Samara; Marianna, que también conozco de Samara aunque no nada con nosotros; Noemi, de Zacatecas, que entrena con Nora a distancia y que tiene el mismo plan que yo para el 2016 y algun@s otr@s que conozco menos. Pues ahí estábamos los participantes y acompañantes del reto de 11K, cada uno con sus propios miedos, expectativas, esperanzas y experiencias previas. Vimos llegar a la playa a 2 o 3 nadadores del reto III de 22k, volver a untarse crema -seguramente también bronceador y comer algo- y volver a su nado, ahora de regreso hacia Playa Honda. Ellos habían comenzado en la madrugada, como a las 3 o 4 am (¡de noche!) y, según escuche, la corriente a favor permitió que los primeros llegaran en menos de 2.5 horas a Puerto Marquez: ¡sus primeros 11,000 mts! Cuantos pensamientos pasaron por mi mente al verlos: ¿como se sentirán? ¡Llevan nadando ya 11 kilómetros y ahora salen de regreso junto a nosotros para nadar 11 más! Pienso que el año próximo esa será mi prueba, pero por ahora a concentrarme en esta, en el ahora.
Con el silbatazo de salida la concentración regresa, ahora si, ¡a correr hacia el mar, ¡a empezar a nadar! Todos los nervios de anoche, las dudas: ¿podré lograrlo? ¿que tal será? ¿cuanto voy a tardar? se materializan en este momento; me cambio el chip para concentrarme en nadar, en ubicar mi lancha: «Pichilingue» donde se que están Rodrigo y Moloc, atentos, para acompañarme durante la travesía.
Antes de salir vi que la lancha, a unos 300 mts. de distancia, estaba del lado izquierdo así que comencé a nadar hacia ese lado. Unos cuantos minutos después llegué y nos ubicamos, me dio Rodrigo las primeras palabras de aliento (de las muchas e increíbles que me daría durante el trayecto) y enfilamos hacia la salida de la bahía de Puerto Marquez, el línea recta hacia «El Morro» y mar abierto.
Intento recordar todas las recomendaciones que nos enviaron a los participantes pero la que no dejo de pensar es: «una vez que ubiques tu lancha relájate, ¡apenas estas comenzando!». Es cierto, llevaré si acaso 300 mts. nadando y ¡aún faltan 10,700! así que pienso: «relájate, paciencia, concéntrate y ¡nada!» Busca tu ritmo. encuentra tu estilo y… ¡disfrútalo!
Me ubiqué a la izquierda de la lancha (para verla a mi derecha cuando respire pues aunque intento hacerlo de ambos lados, respiro mas del lado derecho) y seguí nadando, contento de lo que estaba haciendo, ¡muy contento! Me concentré en la forma, el estilo, en no tragar agua y en avanzar, brazada a brazada, lo mas posible.
Una de las preocupaciones que tuve desde semanas antes era el agua salada. Se que la sal se acumula en el estómago poco a poco y es común que en los nados de larga distancia en el mar le den náuseas a los nadadores. ¡Es común vomitar! Yo odio vomitar, es de esas cosas que evito cuanto puedo aunque me sienta mal, así que me preocupaba que la sal me hiciera sentir mal y me provocara vómito. No he nadado mucho en mar así que no sabía que tal me iba a ir. Por lo tanto gran parte de mi concentración también era no tragar agua. Es mas, no solo tragar lo menos posible, sino también no dejar que me entrara mucha agua a la boca. Se que también es común que la lengua ¡se hinche con la sal!
Conforme avanzamos para salir de la bahía el oleaje aumentó considerablemente. No sabía que tanto pero si sentía el subir y bajar mucho mas fuerte desde antes de cumplir 60 minutos de nado continuo. Tengo claro este tiempo porque mi primer abastecimiento estaba planeado a la primer hora. El plan de alimentación lo hice con Aurora León, nutriologa, en base a las recomendaciones de Nora, hace como 3 semanas. Básicamente consiste en tomar alimentos que aporten energía fácil y rápida de digerir: carbohidratos y azúcares. Como es mi primer nado largo, la idea es ir viendo como me caen los alimentos y si el tiempo entre ellos es adecuado. Me han explicado que es algo muy personal y hay que ir experimentando hasta encontrar la mejor combinación. La primer hora no tomaría nada porque desayuné un sandwich con cajeta (además tenía que tomar un Prime 15 minutos antes de salir pero ese se me olvidó) y después alternar cada media hora entre Gatorade Prime y gel (escogí de Hammer) (disueltos en 300 o 350ml de agua para hidratarme al mismo tiempo).
En fin, como decía, el oleaje aumentó considerablemente pero en mi escasa experiencia no sabía si era fuerte o si era lo normal. Después de concluido el reto me entere que si fue fuerte, ¡con olas de 2 y hasta 3 metros! Nadando no me di cuenta que fuera tan fuerte pero en la lancha si lo sintieron mucho mas. Rodrigo me platicó después que se mareó mucho en este tramo y que se le pasó hasta que entramos a la bahía de Acapulco, pero en ese momento no me lo hizo notar y como agradecerle que a pesar del malestar preparó el primer abastecimiento, contó brazadas, sacó fotos y ¡hasta porras me hechó! Pero no a todos los acompañantes les fue tan bien, durante la entrega de reconocimientos (a las 8 de la noche) me enteré que algunos ¡aún seguían sintiéndose mal! Lección aprendida: ir en la lancha de asistiendo no es cosa fácil, de hecho van bastante ocupados.
Durante las 3 y media horas que me tomó nadar los 11,000 metros pasaron toda clase de pensamientos y sentimientos por mi mente. Los primeros 30 minutos me fijé sobre todo en nadar bien: en cuidar el estilo, la distancia a la lancha, la brazada, etc. Fue como acomodarme y sentir todo lo que sucedía alrededor para estar en armonía las siguientes horas. La primer hora se me fue rápido, me había propuesto no consultar mi reloj para no saber ni el tiempo ni la distancia que haya pasado y hasta que me avisó Rodrigo con el silbato que era hora del primer abastecimiento no lo vi. Se siente raro que después de 60 minutos de nadar sin mayor preocupación por el tiempo, los pocos minutos (no se si fue 1, 2… o 5) que pasaron entre el silbatazo y el momento de comer se me hizo largo. Durante los 60 minutos mis referencias visuales eran: la lancha, por supuesto y la costa de Punta Marquez, que es el frente de mar abierto entre ambas bahías. Pensé que cuando nadara por ahí iba a ver ‘El Morro’ pero nunca lo vi.
Recuerdo un pensamiento que me acompañó por un buen tiempo: pensaba que nadar en alberca es como correr en una banda. Que pasar de ahí a correr en la calle es una gran diferencia; lo mismo de la alberca al mar, es un mundo de diferencia.
Después de pasar este tramo de mar abierto donde podía ver claramente la costa que reconocía como la que separa la bahía de Puerto Marquez de la bahía de Acapulco busqué el faro que señala la punta. Aprendí con este nado que no es nada fácil ver con detalle las referencias visuales que te indican antes de salir. La primer y mas clara referencia es la lancha. En cada respiración puedo verla brevemente y a quienes están en ella. Si van sentados, de pie, viendo al horizonte, platicando, etc., pero son realmente breves momentos mientras respiro. Si me presentan el pizarrón con algún mensaje a veces necesitaba dos o hasta tres respiraciones para poderlo leer. Como bien me dijo Nora después, los de la lancha son tus ojos!
Cuando entramos a la bahía de Acapulco el mar volvió a sentirse en calma y entonces me preocupé por buscar el edificio de referencia donde está la «Piedra del Elefante» que me habían mostrado en foto en la junta previa.
Después de varios intentos y de mucho mas tiempo de nado, logré verla a lo lejos. Al principio no me pareció que estuviera muy lejos y pensé que llegaría a ella mas o menos pronto. Pero seguí nadando y nadando, pasamos uno o creo que dos abastecimientos y esa punta y el edificio seguían ahí… lejos. Eso me enseñó que calcular la distancia no es cosa fácil y que puede parecer mas lejano o cercano pero lo que se aprecia desde el agua es relativo. Cuando estaba cerca de la costa y nadaba paralelo a ella veía como iba avanzando, poco a poco pero claramente. Sin embargo, cuando ahora que veía el edificio a lo lejos -y enfilando hacía él-, parecía no acercarse.
A medio camino tuvimos otro abastecimiento. En este Rodrigo me ofreció unas gomitas GU que me tomé con gusto y que mantuve en la boca por mucho tiempo, cuidando otra vez tragar la menor cantidad de agua salada. Las disfrute un buen rato pero después se me volvió cansado estar cuidándolas en la boca y que no se salaran y mas o menos a la mitad las escupí.
Eventualmente, y pareció que fue casi de pronto, el edificio de referencia estuvo mas cerca. Ahora si lo pude apreciar bien, verlo de lado, notar cuanto mas grande era de lo que parecía ser a lo lejos y sentir que ahora si lo comenzaba a rodear para enfilar hacia dentro de la bahía y para dar vuelta a la izquierda hacia el club de yates.
Por ahí cerca fue momento de otro abastecimiento. Además del gel con agua me comí un waffle Stinger. Lo agradecí mucho porque era un poco mas sólido que lo que había comido. Ya para entonces la sal la sentía fuerte en la boca y la lengua hinchada por lo que lo dulce del waffle me pareció muy agradable. Pero no contaba con que me iba a caer mas pesado que cuando lo había comido antes en rutas de bicicleta. Unos 10 minutos después de comerlo sentí como si se me hubiera inflado el estomago de pronto y me dio nauseas. En ese momento pensé que ahora si me había llegado el temido momento de que la sal se acumula de mas y hace volver el estómago. «Si me pasa, ni modo», pensé y me dispuse a volver si fuera necesario. Pero seguí nadando y poco a poco se me pasó el malestar. Para cuando llegó la hora del siguiente abastecimiento y ya en agua muy cálida y tranquila enfilando hacia el club de yates, ya no me sentía tan mal y estuve seguro que no tendría que volver el estómago.
Afortunadamente así fue.
Después de como 3 horas llegó el momento de enfilar hacia la meta. El agua estaba muy tranquila y muy caliente, ahora si parecía balneario. Rodrigo me señaló hacia la playa de llegada: Playa Honda. La vi cerca pero no me emocioné, ya lo había hecho hacía poco tiempo con el edificio de la Piedra del Elefante y me tomó mucho mas de lo que creí llegar a él, así que ahora me guardé mis reservas en estimar cuanto tardaría. Mejor me fijé en nadar otra vez con el mejor estilo posible. Ya empezaba a sentir mucho cansancio y el ver la meta mas o menos cerca me lo acrecentó. Había leído y escuchado antes que cuando sientes ya un cansancio grande es el mejor momento de concentrarte en la técnica, así que eso hice. Pensé que ya tan cerca de la meta no habría otro abastecimiento aunque tardara mas de 30 minutos en llegar así que enfilé con ganas y con la fuerza que me quedaba para allá.
Comenzamos a pasar entre yates. Eso me entretuvo. Sabía que llegaría «pronto» y aunque me sentía ya cansado, el agua estaba mas tranquila que en todo el nado y estuve seguro que llegaría. Entonces dudé si hacer un cierre o terminar tranquilo… ya faltaba poco. Decidí por un cierre tranquilo, que ahora que lo pienso es tan vago que lo único que hice fue hecharle las ganas y fuerzas que me quedaban y esperar que la llegada a la meta no me pareciera tan larga como me pareció antes lograr llegar a la piedra del Elefante.
Fue mas rápido (o quizás me mentalice así) pero si sentí que Playa Honda se acercaba más rápidamente. El último tramo, cuando creí que estaba ya muy muy cerca me engañó. Creo que fue la emoción de llegar o las ganas de terminar, pero se me hizo mas largo. Seguí nadando y los últimos quizás 600 o 500 metros sentí que ya no podría más, que ahora si ya tenía que llegar. Estoy casi seguro que lo mismo hubiera pensado si hubiera nadado 7,000 que 13,000 mts., es el ver la meta cerca lo que hace que aflojes y te sientas ya hasta desesperado por llegar. De pronto la lancha se alejó, me gritó Rodrigo que ya iba a llegar y se alejaron! Que sensación tan extraña. Me acompañaron muy cerca todo el camino y de pronto ya no estaban ahí. Entre tantos yates, lanchas y emociones no supe bien que hacer, sabía que tenía que ir a la playa. Pero quería que la lancha llegara conmigo; que importante compañía había sido tenerlos al lado todo el camino; Rodrigo animándome, los mensajes del pizarrón, los silbatazos para comer, los gritos de apoyo… sabía que era un momento solamente, pero los extrañé. De pronto no supe si quería llegar o si prefería seguir nadando, si no quería que se acabara la prueba. Había disfrutado tanto todo que ahora no quería que terminara.
De pronto sentí que estaba ya muy cerca. ¿Una, dos?… ¡Quizás tres largos de alberca y ya llegué! ¡Que emoción sentí! Me dieron ganas de llorar, de gritar. «Voy a llegar y gritar de emoción», pensé. «¿Porque no puedo llorar? Seguro es porque se me llenarían de lágrimas los goggles y no podría ver». Miles de pensamientos se arremolinaron en mi cabeza. Ideas pre hechas de como me iba a sentir, un verdadero brinco del corazón de alegría, una emoción de haberlo logrado y ¡de sentirme bien! me sobrecogió.
¡Llegué!
Me puse de pie poco a poco. Pensé que iba a ser mas difícil pero no lo fue. Me sostuve en pie bien y entonces si me salieron lágrimas, se me cerró la garganta de emoción y alegría. Vi a gente por ahí aplaudiendo, algunos en traje, otros con las playeras naranjas, el organizador con el cronómetro, Rodrigo venía hacia acá. ¡Que emoción! ¡Llegué!
Quise decir tantas cosas que no pude decir nada. Rodrigo llegó a filmarme con el teléfono y me preguntó como me sentía. En verdad no pude decir como me sentía porque ¡no podía ni hablar de la emoción! Balbuceé algo como: «decían que nadar era solitario pero no es cierto, venías al lado de mi todo el tiempo y ¡nunca me sentí solo!» Creo que ni se entendió lo que dije De hecho cuando vi el video apenas entiendí lo que dije.
Espero que esa sensación de alegría mezclada con gozo, lágrimas, emoción y… mil sentimientos mas, me acompañe siempre.
Después de unos minutos me comencé a sentir mas tranquilo. ¿Por que no grité como lo había pensado? No se. La próxima vez si lo hago porque esa emoción de llegar dura solo unos minutos y creo que ¡vale la pena sentirla al máximo!
Todo el reto fue una experiencia muy especial. Estoy feliz de haber participado y ¡haberlo logrado! Requirió de esfuerzo y determinación, cumplir con un entrenamiento por muchos meses que me alejó de muchas otras cosas, pero que me da hoy una satisfacción enorme.
Muchas gracias, Rodrigo, por acompañarme en la travesía (en esta ¡y en todas!). Por tus porras, aliento, alimento y sonrisa. Que hayas estado ahí fue invaluable, hizo todo mas pleno.
Gracias a mi familia que estuvo al tanto desde México y Querétaro. Gracias por sus palabras, aliento y atención. Gracias por acompañarme.
Gracias, Nora, por el entrenamiento, sugerencias, apoyo y entrega. Se que vamos por buen camino para el siguiente reto.
Gracias a mis compañeros de equipo, por sus ánimos, compañía y entrega en el entrenamiento.
Gracias, mar, que me acogiste durante este reto con seguridad y salud y me permitiste disfrutar tu inmensidad. ¡Nos vemos el año próximo!
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