Me desperté un poco deprimido. Me di cuenta hasta en la noche que así había empezado el día. En la mañana estaba un poco nervioso por qué tenía pensado hacer una llamada a Iñaki de la Parra, mientras paseaba a mis perritas, para pedirle consejos sobre mi entrenamiento. Caminando de regreso, a punto de llamarle, me encontré a un Pastor Alemán suelto, sin dueño a la vista, y con dos números de teléfono en su placa en los que nadie respondía.
Así empezó una mañana de una larga caminata, mientras trataba de localizar a los dueños del perro, y durante la cual pude hablar con Iñaki y con Jeremy Howard sin ninguna prisa y escuchar sus diversas y muy acertadas ideas y opiniones.
Varias horas después localicé al dueño del perro y pude entregarlo, entonces fui a nadar. Como ya era tarde casi no había nadie en la alberca, sólo estaba Fernando R. (quien siempre me ha sorprendido por lo rápido que nada). Nos saludamos, le platiqué rápidamente lo que me había pasado y cada quien se puso a nadar.
Terminamos más o menos al mismo tiempo y prácticamente de la nada -seguramente por lo que le dije cuando nos saludamos- me empezó a hacer algunas observaciones muy interesantes de cómo ha visto que en los últimos meses e empeorado mi técnica: golpeo el agua con la palma de las manos y al iniciar la brazada empujo hacia abajo (lo cual consume energía pero no me hace avanzar), no estoy estirando lo suficiente (me recomendó subir el codo al jalar la brazada -ahora que lo he hecho siento como me hace girar más y entonces cruzo menos los brazos- y probablemente haga un jalón más efectivo), y una sugerencia de cómo tomar aire y dejarlo escapar poco a poco.
Entren las llamadas y esta “clase” -que creo no podría haber sido mejor aunque lo hubiera planeado- tuve un día de muchas horas de información y meditación.
Me quedo entonces con ideas nuevas y decisiones que tomar. Desde cómo orientar mi entrenamiento y la necesidad de mejorar mi estilo para nadar más eficientemente, hasta decidir si me opero en octubre (recientemente descubrí que tengo dos hernias) o si sigo adelante con la esperanza de que no empeoren y me permitan hacer el entrenamiento que se volverá más fuerte en noviembre y que culminaría en julio 2020 con mi siguiente reto -dentro de 306 días-.
Sin duda operarme o no, es una decisión muy importante. El cirujano que me revisó opina que si me opero, el riesgo de una complicación es prácticamente nulo, y que podría estar entrenando de vuelta en cuatro semanas. Que si no me opero, el riesgo de una complicación es de un 20 o 30%. Por lo tanto si decido operarme en octubre, podría estar casi completamente recuperado y empezar el entrenamiento fuerte a mediados de noviembre. Si decido no hacerlo significa mantener la esperanza de que no se complicará ninguna de las dos hernias, a pesar del entrenamiento fuerte, y que podré llegar a julio 2020 sin cirugía. (Si surge alguna complicación en ese periodo significaría detener el entrenamiento por 4 o 5 semanas y con eso no habría manera de poder poder afrontar el reto en Julio 2020).
Ahora que escribo esto, pienso -otra vez- que lo más inteligente será operarme en octubre y casi asegurarme que después no habría complicaciones (por este motivo al menos); si no lo hago estaré dejando esa cuestión a la suerte. Alguna vez, cuando se acercaba la fecha para mi cruce del Canal de La Mancha en 2016 me dijo mi amigo Hugo: “No dejes nada a la suerte porque esa la vas a necesitar toda ahí, cuando estés nadando”…
¿Tu qué harías?