Estamos sentados en el restaurante El Delfín, en Playa Tlacopanocha, Acapulco, esperando a Raymundo Balderas quien nos va a acompañar y guiar para nadar de aquí a la Piedra del Elefante. En la playa hay muchas personas asoleándose, jugando y caminando, varias lanchas ancladas en la orilla y al fondo se ve el malecón y algunos yates. El agua del mar se ve azul.
Llegamos aquí directamente de la estación de autobuses Papagayo. Unos 20 minutos en taxi. Quedamos de vernos a las 2:00 pm. para hacer el nado, según me informó Raymundo, de 3,900 metros. Estamos impacientes porque tenemos que salir de aquí a las 3:30 para comer, ir al hotel, cambiarnos e ir a la comida-cena, festejo de cumpleaños de Erika, mi hermana. Por eso venimos a Acapulco hoy y nos regresamos a México mañana. Aprovechando la vuelta para nadar en el mar.
A la izquierda se ve el malecón y un poco más allá, la terminal marítima. Estamos en el centro de Acapulco, al frente se ve la parte «tradicional»: la Península de las Playas. Ahí abajo del lado izquierdo, a casi dos kilómetros de distancia, justo donde termina la bahía y comienza el mar abierto, está La Piedra del Elefante.
Raymundo llamó a las dos para avisar que viene en camino y que llega pronto. Es salvavidas y trabaja hasta la zona Diamante, de allá viene para nadar con nosotros. Tuvo que pedir permiso en su trabajo y cambiar de horario para poder estar aquí. ¡Eso es amor a nadar en el mar! Lu, su novia llegó unos minutos antes para traer un flotador de salvavidas.
Habíamos hablado de último momento de que una lancha nos escoltara pero llegó diciendo que no la consiguió. A lo lejos vio un yate y dijo: ‘ese yate amarillo es de un amigo, voy a preguntar’. Al poco tiempo nos hizo señas para que fuéramos hacia el yate así que ya teníamos barco escolta.
Raymundo es todo un personaje, de fácil palabra y muy viváz; demuestra mucho respeto y cariño al mar. Nada en él prácticamente todos los días con su grupo Club Dorados de Acapulco. Nos platica Lu, mientras Raymundo consigue el yate, que son como 20 o mas y que diario hacen algún nado 6 o hasta 10 personas. Nos explica: ‘Hay 3 distancias: la corta: de la playa a las boyas amarillas y de regreso; la intermedia: a las boyas amarillas, después a las blancas y de regreso y la larga: a la Piedra del Elefante ida y vuelta.’
Poco después nos sambullimos en el mar desde el malecón y comenzamos a nadar en dirección a la piedra. El yate salió poco después y avanzo lentamente a nuestro lado. Raymundo se mantuvo a la izquierda un poco detrás de mi y Rodrigo en medio un poco más atrás. Mantuve un paso al que pudiéramos ir los tres juntos. Cada brazada podía voltear hacia atrás ligeramente para comprobar que estuviéramos los tres juntos. Nadamos así por unos 10 minutos. Paramos un momento para preguntarnos si todo iba bien – respuesta afirmativa- así que verificamos el rumbo y seguimos nadando.
Nuestro paso debe haber sido cómo de 2’10″/100 mts., el que marcó Rodrigo. Así avanzamos a través de la bahía. Nos detuvimos unas cuantas veces aunque yo hubiera preferido parar menos.
La leyenda cuenta que el capitán de una embarcación que naufragó nadó en busca de tierra y que entre la tormenta y el agotamiento, tuvo la visión de un elefante. Que le pidió un deseo de quese salvara y que su familia también. Llegó a salvo y encontró a su familia. Tiempo después se embarcó en busca del elefante que había visto y localizó la piedra hacia la que nadamos, que vista desde el mar abierto, tiene forma de elefante.
Así que llegamos a ella y la tocamos pidiendo cada quien un deseo. El mar ahí se siente mucho mas movido, es mar abierto. Dejamos por un momento la tranquilidad que provee el resguardo de la bahía y sentimos no solo la inmensidad del mar, sino también su fuerza. Regresamos en seguida hasta un bote blanco y llegamos a la hora en que teníamos que volver por lo que subimos al yate y emprendimos el regreso.
De vuelta en el restaurante comimos Rodrigo, Raymundo, Lu y yo. Ahí tuvimos oportunidad de platicar sobre el nado. Raymundo nos comentó sobre lo que piensa de nadar en el mar: ‘Debes fluir con el ritmo para que te acepte y te lleve. Al mar no se le debe pegar (manotazos), sino que debes acariciarlo suavemente como a cualquiera, para que te acepte y de permiso’. Así nos habló y podría hacerlo mucho más. Tantas horas que ha nadado ahí lo inspiran a compartir su pasión.
Escucharlo me inspiró, quisiera recordar cada frase: ‘Para nadar en el mar debes pedirle permiso, tratarlo bien, fluir en él. Encontrar su ritmo. No puedes imponerte, el mar es mucho mas fuerte, te tiene que aceptar y permitirte nadar. Al mar hay que tenerle respeto y cariño.’ Pensamientos muy sabios que habré de tener en cuenta en mi reto próximo…